Cuando acepté la encomienda de ser legislador municipal por
el Partido Independentista Puertorriqueño, era consciente de que, gran parte de
nuestro pueblo entiende que ese legislador de “minoría”, como suelen llamar a
los que no pertenecen al partido que obtiene la pluralidad de votos en un
pueblo o ciudad determinada, no tiene ninguna utilidad práctica. La creencia
generalizada, que es en buena medida correcta, es que las decisiones las toma
la mayoría y esta responde a las decisiones ya tomadas por la Administración,
es decir, el alcalde. La verdad es que el sistema fue diseñado para que
funcionara así y con eso, nos guste o no, hay que lidiar.
Sin embargo, las voces y las acciones que responden a la
justicia y a la moral siempre serán necesarias y, cuando el poder del que toma
las decisiones sea mayor, más imprescindibles serán esas voces y esas acciones.
La verdad y la justicia, como el corcho en el agua, podrán ser impedidas de
flotar hacia la superficie por un tiempo, pero más temprano que tarde flotarán
a la vista de todos.
Nuestra misión, la de todos los legisladores municipales, es
defender siempre y contra todo adversario, lo que creamos correcto. La
posibilidad de que nos equivoquemos en alguna ocasión al desempeñar esa misión,
estará siempre presente, pero debe siempre guiarnos la defensa de los intereses
legítimos de la ciudad o pueblo que nos eligió.
No somos, por tanto, ni legisladores de oposición ni de
minoría. No somos de oposición, porque no nos debemos oponer a las iniciativas
que, a nuestro juicio, beneficien al pueblo, vengan de donde vengan. Y no somos
de minoría, porque defendemos a todo el pueblo, independientemente de si
votaron por nosotros o no.
A veces vemos compañeros que entienden que adelantan sus
particulares agendas personales o partidistas, si condenan y se oponen a todo
lo que proviene de sus adversarios políticos. Asimismo, aplauden y favorecen lo
que proviene de sus correligionarios. El pueblo conoce a estos personajes como fotutos o fotuteros. Lastimoso el papel que desempeñan estos legisladores.
Las ideologías son muy importantes en nuestras vidas. Son el
mapa de ruta que entendemos viabilizará
lo mejor y lo más conveniente para nuestro pueblo y nuestra gente. Sin
embargo, las ideologías son para que sirvan a nuestra gente, no lo contrario. El ser humano debe ser la
razón y el objetivo último de cualquier ideología. Por eso, nuestro compromiso
más sagrado debe ser el procurar el mayor bienestar en términos de dignidad, calidad
de vida y una expectativa real de un mejor futuro para toda nuestra gente. Y en
el caso de los legisladores municipales, el pueblo o ciudad que confió en
nosotros para encomendarnos la defensa de sus intereses. Ese debe ser nuestro
compromiso primario.
Los independentistas aspiramos a ser independientes, pero la
independencia no es sinónimo de aislamiento ni autosuficiencia. La interacción
entre individuos y pueblos es indispensable para la consecución de objetivos
comunes que favorezcan a todos. Decía un alto mandatario latinoamericano que
“el que sueña solo, sólo sueña”. Y así es, para alcanzar logros importantes es
necesario el concurso de muchas voluntades y la cohesión de muchos esfuerzos
que aglutinen, tanto a los que son afines a nuestros pensamientos como a los
que no lo son. Como dijo el poeta Nicolás Guillén: “para hacer esa muralla,
tráiganme todas las manos: los negros sus manos negras, los blancos sus blancas
manos”.
La muralla en contra de la injusticia y la inequidad social y
económica, así como el puente a la participación colectiva de todos los
sectores de una sociedad en aquellas iniciativas que promuevan un mejor pueblo
o país, requiere que dejemos de lado nuestros disfraces de fotutos, ya sean de
mayoría o de minoría.
Este legislador, consciente de la gran responsabilidad y el
honor que recibió de parte del Partido y de la gente de Guaynabo al llevarlo a
desempeñar el cargo que hoy ocupa, habrá de cumplir esa encomienda como hasta
hoy lo ha hecho: fiel a la defensa de los mejores intereses de mi ciudad, como
legislador de mayoría, oponiéndome solamente a lo que no ayude a mejorar
nuestra calidad de vida y rechazando asumir el papel de “fotuto”. Así se
construyen las murallas fuertes contra la injusticia y se tiran puentes hacia
un mejor futuro. Y como la verdad no se pueda ocultar indefinidamente, ese
pueblo que hasta hoy ha validado opciones que nos han sumido en la degradación
moral y económica que padecemos, se levantará, yo espero que pronto, a demandar
su independencia y su lugar de dignidad y progreso entre todos los pueblos
hermanos del mundo. Así será.
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