Acaba de culminar un evento electoral en Puerto Rico que nos deja varios mensajes y nos obliga a hacer
algunas reflexiones de cara al futuro. Aunque el PIP siempre ha contado con
candidatos a la gobernación de primer orden, lo cierto es que Juan Dalmau parece ser uno de los mejores, si lo tomamos
y analizamos en la totalidad de sus atributos. Juan es inteligente, sagaz,
trabajador y posee un caudal de conocimientos indispensables para un candidato
a la gobernación. Pero, además, tiene buena presencia y es muy afable y
simpático. En otras palabras, Juan les cae bien a todos.
A pesar de todo eso, la tentación de muchos llamados
independentistas a sucumbir ante el más burdo disfraz de patriotismo electorero
de parte de algún popular en problemas para conseguir su elección está siempre
presente y lo peor es que siempre hay algunos dispuestos a comprarles el
engaño. Esta vez no fue la excepción. Así, un partido que en todas las
encuestas se le adjudicaba entre 4,5 y hasta 6 % de la intención de voto, al
final terminó con 2.56%.
Para mí, la nota más refrescante de la elección la dio nuestra querida ciudad de Guaynabo.
Por primera vez en muchos años, no tuvimos un local adecuado para reunirnos. No
participamos de ningún fondo gubernamental y nuestro candidato a alcalde, Jaime
Alonso, fue designado apenas dos meses antes del evento electoral. Aun así,
Guaynabo obtuvo el mayor porcentaje para el candidato a la gobernación del PIP,
Juan Dalmau, así como para el candidato a alcalde, Jaime Alonso, en todos los
pueblos de Puerto Rico por el PIP.
Cierto es que Jaime Alonso es un gran candidato y una mejor
persona, pero no tuvimos tiempo suficiente y mucho menos medios económicos para
hacer una buena campaña. Nuestro éxito, entonces, dependió de varios factores,
a saber: la entrega y la disposición del
grupo de trabajo para sobreponernos a la carencia de otros recursos que
estuvieron disponibles a otros, pero no a nosotros, y el trabajo de excelencia
que realizaron los que nos precedieron en estos menesteres. Durante los pasados
dos cuatrienios, al menos, Adolfo Rodríguez Burgos y un grupo de extraordinarios
compañeros sembraron la buena semilla que todavía rinde frutos abundantes.
Sería muy mezquino y ruin de nuestra parte no hacer ese reconocimiento a
aquellos que sembraron la tala a donde hoy nosotros podemos ir a recoger una
buena cosecha.
A lo largo y ancho de todo Puerto Rico, no tuvimos el
resultado esperado. Las razones para eso son muchas y muy diversas.
Oportunamente, vamos a tomar las decisiones que correspondan para enfrentar el
porvenir. Mientras tanto, Guaynabo ha surgido con gran fuerza patriótica y ha
enviado un mensaje alto y claro a aquellos que nos menospreciaron.